Segunda Parte
La situación en el escenario era muy distinta a
lo que se vivía en el patio de butacas. La mayoría de los profesores no estaban
al corriente de la pequeña argucia que los alumnos de teatro junto con la
profesora Matilde y el profesor Juan Ramón habían preparado, pero casi todos la
recibieron con aplausos y sonrisas. Ya era hora de que alguien pusiese al señor
Prudencio en su sitio. El problema era que, si ellos mismos se enfrentaban a
él, corrían el muy probable riesgo de ser despedidos y acabar en la calle sin
nada más que una patada en el trasero y la promesa de no trabajar nunca más.
Por eso lo que estaban presenciando era como un regalo caído del cielo: los
estudiantes no tenían mucho que perder (sus padres pagaban una generosa
cantidad de dinero para educar a sus criaturas en el prestigioso Rentalis, «un
colegio para alumnos brillantes y descollantes»),
por lo que era perfecto que ellos mismos le plantasen cara al viejo director.
Sarah se
sentía flotar. Respaldada por todos sus compañeros, le estaba escupiendo la canción en la
cara al mismísimo señor Prudencio, algo que unas horas antes dudaba que fuese
capaz de hacer. Y el viejo no encontraba escapatoria: tenía que
escucharlos.
—«What
about us? What about all the times you said you had the answers?».
A Dani y
Jorge se le sumaron siete personas más, que salieron por las entre cajas y se
esparcieron por todo el escenario y patio de butacas, uniéndose a los
movimientos potentes y enérgicos de los dos pequeños bailarines. Sarah
continuaba mirando al señor Prudencio, sujetando el micrófono con una firmeza
implacable.
—«What about us? What about all the broken happy
ever afters? What about
us? What about all the plans that ended in disaster?» — los bailarines se apiñaron
alrededor de la mesa donde estaba sentado el señor Prudencio y se tiraron al
suelo, al son de la música. La cara del director estaba rígida, tensa como una
sábana recién estirada, fruto del inmenso esfuerzo que debía hacer para contener
su enfado.
Sarah, por
su parte, estaba ya a escasos metros del escenario. De un salto se encaramó a
la tarima (lo había ensayado mil veces en su casa, saltando del suelo a la
cama) y aterrizó los pies justo en el borde, doblando las rodillas para mantener
el equilibrio.
—«What
about love?» —Sarah se puso en pie, cara a cara con el señor Prudencio.
Todo a su alrededor cesó de golpe: los bailarines se quedaron inmóviles, el
resto de luces se difuminaron y un solo foco cenital se mantuvo iluminándola a
ella. Aquellas tres preguntas eran clave, y tenían que sobresalir por encima de
todo lo demás— «What about trust? What about us?».
Los ojos
de Sarah se incendiaron con fuego mientras le preguntaba al señor Prudencio «¿Y
qué hay de nosotros?», a la vez que extendía el brazo señalando a todos sus
compañeros de teatro. Los había repudiado, los había despreciado desde el
momento en que se había adueñado del colegio apenas un año atrás. Y ahora
pensaba salirse con la suya, alegando que “las artes no forman parte de la
educación básica y esencial de nuestros estudiantes, puesto que no tienen una
base científica que las apoye”. Ya, claro.
Lo que el
señor Prudencio no entendía era que las clases extraescolares de teatro
suponían un refugio para todo aquel alumno que no entraba en el orden
establecido por la sociedad estudiantil, dominada por unos cuantos gorilas cis-heterosexuales.
Las personas muy gordas, muy delgadas, muy mariquitas, muy machorras; las
personas frikis, que vestían ropas diferentes y se maquillaban alejándose de lo
normativo, o incluso aquellas que simplemente amaban el arte, todas encontraban
un refugio seguro en aquel escenario. Ahí podían ser ellas mismas, sin miedo a
miradas prejuiciosas o comentarios hirientes. Ahí podían bailar, cantar,
actuar, disfrazarse. Sentir, vivir. Ser.
¿Y el
señor Prudencio pretendía quitarles todo eso? Pues no pensaban quedarse
callados.
Ya no.
La
instrumental alcanzó su punto más álgido, y todos y cada uno de los estudiantes
de Teatro por el Arte comenzaron la coreografía. Sarah continuaba frente al
director, pero el resto de bailarines se habían colocado estratégicamente
esparcidos por todo el auditorio. Jorge y Dani miraban fijamente al profesor
Vicente, quien les había amonestado por jugar con el maquillaje de las niñas en
el recreo en varias ocasiones; Cristina se encontraba frente a Álvaro, el chico
que no paraba de insultarla por su talla. Alex estaba colocado delante de la
sección derecha de las butacas, donde se encontraba 2ºB, la clase que en
Halloween se había pintado de negro con la excusa de disfrazarse de la familia
de Alex, que era africana. Pilar y Roberto se situaron en sendas esquinas del
escenario, a la vista de todo el mundo: la primera, con traje y corbata; el
segundo, con un vestido esmeralda y tacones a juego.
Y así,
todos y cada uno de los integrantes de Teatro por el Arte se colocaron frente a
aquella persona o personas que alguna vez les había repudiado por, simplemente,
ser: estudiantes, compañeros de clase, profesores o incluso familiares.
Mirándolos de frente y a los ojos, realizando una coreografía que simbolizaba
el dolor y las dudas provocadas. Lo habían intentado exteriorizar mediante
acciones o palabras («No estoy bien»,
«¿Por qué no puedo vestirme como me dé la gana?», «A los de mi clase les caigo
mal…») pero no habían sido escuchados. Tan solo les quedaba aquello que el
señor Prudencio aseguraba “no tener base científica”, pero que poseía algo
mucho más importante: verdad.
—«What about us? What about all the plans that
ended in disaster?» —preguntaba Sarah, de pie ante el señor Prudencio. Ella era la encargada de representar a
todos sus compañeros de teatro con su voz, enfrentándose a la personificación
de todo aquel rechazo: un hombre bajito trajeado, de dientes amarillos como el
trigo.
—«What about love? What about trust? What about us?» —cantaron todos los estudiantes al unísono,
sin dejar de mirar a la persona que tenían enfrente.
Sarah se
giró y por primera vez desvió la mirada del señor Prudencio, dándole la
espalda. Con sus ojos barriendo todo el patio de butacas, volvió a alzar el
micrófono y se dirigió al auditorio.
—«Stick and stones they may break these bones but
then I’ll be ready. Are
you ready?» —Sarah se había
colocado en el centro del escenario, con Pilar a su derecha y Roberto a su
izquierda. Poco a poco, siguiendo el beat de la música, los componentes de
Teatro por el Arte se fueron acercando al tiempo que Sarah
continuaba— «It’s the start of us, waking up. C’mon. Are you ready?»
—preguntó, mirando a un lado y a otro.
—«I’ll
be ready» —la respondieron sus amigos, asintiendo con la cabeza y
sonriendo.
—«We don’t want control, we want to let go!» —exclamó Sarah, con un agudo desgarrador. Esa parte de la letra la habían modificado ligeramente, para convertirlo en un plural y que tuviese más sentido en aquel momento (“P!NK, esperamos que lo comprendas” pensaron).
Todos los estudiantes se habían apiñado alrededor de la
cantante, algunos acompañándola en el escenario y otros a sus pies en el patio
de butacas. Pero formando un grupo, unido.
—«’Cause
now it’s time to let them know…» —en aquel preciso instante, los alumnos se
agacharon y un foco iluminó de frente a Sarah, de forma que ella era el único
punto visible en todo el auditorio. Cogió aire, cerró los ojos y justo cuando
se produjo el silencio en la instrumental, bramó con todas sus fuerzas: — «What
about us?».
Mientras
los bailarines saltaban y brincaban en el escenario al son de la coreografía y
el coro continuaba con la canción, Sarah encontró los ojos de Lucas allá
arriba, tras el cristal donde se escondía la sala de luces y sonido. Esos ojos
marrones fueron los únicos que confiaron en ella desde el primer momento,
cuando ni siquiera la propia Sarah estaba segura de poder cantar en público. Y
allí estaban ahora, ella cumpliendo un sueño, el apoyándola como siempre había
hecho. Una sonrisa dibujó el rostro de la niña. “Gracias”.
—«What
about us? What about all the times you said you had the answers?
So, what about us? What about all the broken happy ever afters? Oh, what about
us? What about all the plans that ended in disaster?» —entonaba
Teatro por el Arte, lanzando un grito al aire que tardaría mucho tiempo en
olvidarse— «What about love? What
about trust? What about us?».
Sarah
apartó la mirada de Lucas y la dirigió al señor Prudencio, que en ese momento
se encontraba a sus espaldas aferrando la hoja de papel con el discurso
escrito. De la presión que su mano ejercía, la hoja estaba arrugada. Al darse
cuenta, la soltó de inmediato y la intentó alisar, pero para entonces Sarah ya
se encontraba a apenas un palmo de su cara, lo que le obligó a alzar la mirada.
—«What
about us? What about us?» —la voz de la insolente chica seguía emitiéndose
por los altavoces, pero el señor Prudencio podía escucharla sin amplificadores
de por medio. Por mucho que odiase admitirlo, era una voz que te invadía el
corazón. —«What about us? What about us?».
Todos los
componentes de Teatro por el Arte, incluidos el profesor Juan Ramón y la
profesora Matilde, formaron un grupo con Sarah en medio. Se dieron la mano y
las alzaron al cielo, proclamando por última vez a una:
—«What
about us?».
El
silencio se hizo ensordecedor. Tan solo se oían las respiraciones agitadas de
los bailarines.
Tras unos
segundos más, un tímido aplauso sonó en algún lugar del patio de butacas. A
este le siguió otro aplauso. Otro más, y otro, hasta que el auditorio entero
prorrumpió en vítores y silbidos. Todos los profesores, estudiantes y
familiares se habían puesto en pie, uniéndose al aplauso colectivo, y los
componentes de Teatro por el Arte se vieron rodeados de gente que les
ovacionaba por primera vez en mucho tiempo, celebrando su talento. Sarah se
secó una lágrima que caía solitaria por su mejilla.
Los
aplausos continuaron mientras los componentes de Teatro por el Arte volvían a sus
posiciones iniciales, bien en las butacas o camuflados como acompañantes. Pero el
cambio era evidente: antes pasaban desapercibidos, ahora todos los miraban
fascinados por lo que acababan de hacer.
El señor
Prudencio permaneció inmóvil. Fue el único que no aplaudió, ni vitoreó; tan
solo continuó alisando la hoja de papel que contenía el discurso escrito, como
si fuese el único quehacer importante de su vida.
FIN
Canción: P!NK. (2017). What About Us [Canción]. En Beautiful Trauma. RCA Records.
https://www.youtube.com/watch?v=ClU3fctbGls