Marcos y Bobby (Parte 2): Un recordar

viernes, enero 07, 2022

 



Un recordar


Como cada mañana desde aquel suceso, Marcos se percató de la vasija negra que reposaba sobre el escritorio. Era del tamaño de una botella de agua pequeña, pero bastante más ancha. Estaba tapada, y en el centro con letras doradas se podía leer un nombre.

Marcos se quedó quieto durante unos segundos. Después, como cada mañana desde aquel suceso, se acercó lentamente y cogió la vasija. Su mano temblaba, impotente. Algo dentro de él se rompió en mil pedazos. Le fallaron las fuerzas y cayó al suelo, mientras las lágrimas se asomaban a sus ojos deseosas de liberar todo el dolor acumulado.

Le pareció escuchar los pasos de Bobby entrando en la habitación, pero cuando alzó la cabeza para mirar la puerta no vio nada. Secándose las lágrimas con la manga, sujetó la vasija con ambas manos y observó fijamente la plaquita dorada con el nombre.

«Bobby».

«Está muerto», pensó. «Está muerto, y no va a volver».

Como cada mañana desde aquel suceso, Marcos se repetía esa frase, deseoso de que fuese mentira y a la vez verdad, deseoso de terminar con el sufrimiento que le comía por dentro. La imagen de su querido Jack Russell terrier le vino a la mente, tan real que parecía que estaba ahí, a su lado, a la espera de que Marcos le acariciase la cabeza como a él tanto le gustaba.  

«Bobby». Acercó la vasija con sus cenizas al pecho, cerca del corazón. Ese era el único lugar donde Bobby seguía más vivo que nunca.

Como cada mañana desde aquel suceso, Marcos estuvo todo el día tirado en el suelo aferrando las cenizas de Bobby. No desayunó, no se duchó, no salió a trabajar. Tan solo quería estar acompañado de su mejor amigo. Ni siquiera cogió el teléfono, que no paró de sonar con aquel ruido tan molesto. Ya nada importaba. Nada tenía sentido.

Se quedó dormido en esa postura. Bobby le volvió a visitar en sueños, como cada noche. Jugaron, rieron, se mordieron, se lamieron. Por unos segundos, Marcos volvió al pasado y saboreó cada momento con su amigo del alma, sabiendo que no era real, que en cualquier momento despertaría. Sin embargo, Bobby hizo algo extraño, algo que nunca antes había hecho en su subconsciente. Después de lanzarse a por Marcos y lamerle la cara de arriba abajo, el perro se separó de su dueño. Le observó fijamente a los ojos, y con un último ladrido se marchó. Desapareció.

¡DIN DONG! Marcos de despertó sobresaltado. Durante un segundo, miró hacia la cama de Bobby, esperando verle tumbado y moviendo su cola. Pero no fue así.

¡DING DONG! Se limpió la baba que le resbalaba por la mejilla. Cuando fue a levantarse, hizo amago de coger la vasija que tenía en su regazo. Pero no había nada.

¡DING DONG! Marcos miró hacia los lados, por si se le había resbalado mientras dormía. Buscó debajo de la cama, entre la ropa sucia; recorrió cada esquina de su habitación buscando los restos de Bobby. Era lo único que le quedaba de él, lo único a lo que podía aferrarse.

¡DING DONG!

—¡Cállate, joder! —le gritó Marcos a la puerta. Salió de su dormitorio y registró el pasillo, la cocina, el salón.

«Tiene que estar por algún lado. ¿Dónde cojones la habré dejado?».

¡DING…!

—¡¿Qué coño quieres, hostia?! —Marcos abrió la puerta de golpe.


(Continúa enhttps://oliverpickles7.blogspot.com/2022/01/marcos-y-bobby-parte-3-un-nuevo-empezar.html)

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